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GARDEL Y EL TANGO

Carlitos, el Mudo, el Morocho del Abasto, el Troesma, o, con una sencillez quizá más conmovedora, el Zorzal... Para los argentinos (y muy especialmente los porteños) la reputación de Carlos Gardel está más allá de todo cuestionamiento. 

 Para la América Latina en general, Gardel constituye uno de los auténticos valores del siglo veinte en lo que a la música popular se refiere. Sus canciones más famosas —y no solamente las del ya clásico binomio Gardel-Le Pera— se incluyen ineludiblemente en cualquier catálogo o lista de las canciones latinoamericanas de mayor popularidad. Los cantores todavía las cantan; las orquestas y pianistas las tocan; el hombre de la calle las tararea o las silba. 

Desde una perspectiva más internacional puede afirmarse también que este eximio artista rioplatense pertenece a un grupo muy exclusivo de cantores populares del pasado, al grupo de los cantores que no se han olvidado, los cantores cuya personalidad, gracias al disco y a la pantalla, se han impuesto en forma duradera en la memoria colectiva. En este sentido Gardel pertenece al mismo panteón glorioso que Maurice Chevalier, Bing Crosby o Al Jolson, por nombrar sólo a tres figuras mundialmente conocidas. En el mundo hispánico, hacia el final de su carrera tan trágicamente abreviada, el Zorzal despertaba un entusiasmo popular bastante parecido (sin olvidar las diferencias entre las dos épocas) al frenesí desencadenado por los Beatles durante los años 1963-70. Seguramente Julio de Caro habla por todos los latinoamericanos cuando afirma: “Así tuvimos al cantor de todos los tiempos, y este regalo no nos lo quita nadie”. 

Fuera del área cultural latinoamericana, sin embargo, la proyección que ha tenido Carlos Gardel después de su muerte ha sido relativamente escasa, salvo en unos cuantos reductos tangófilos en España, Francia o el Japón. En el mundo de habla inglesa su nombre ha tenido poca resonancia. La decimoquinta edición (la más reciente) de la Encyclopaedia Britannica, obra de consulta obligatoria para todos los angloparlantes, contiene artículos referentes a Chevalier, a Crosby y a Jolson, pero Gardel, por increíble que parezca, no figura allí en absoluto, a pesar de la fama universal del tango como baile, a pesar de que Gardel, sin lugar a dudas, fue un artista con tanto o más talento que los tres aludidos. 

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