En 1988, un Joaquín Sabina de aspecto saludable y voz clara cantaba esta joya de su repertorio: "Que se llama soledad". Había triunfado plenamente, después de emanciparse de La Mandrágora y editar sus primeros discos en solitario. Pero aquí ya era el Serrat canalla de la canción urbana..."a veces recuesto la cabeza sobre el hombro de la Luna, y le hablo de esa amante inoportuna que se llama soledad..."
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